Con el paso de los años, algo me decía que debía cuidarla y protegerla porque siempre iba a estar unida a ella el resto de mi vida.
Ahora, con doce años que tengo, comprendo mejor lo que significa para mí esa flor y lo que debo hacer con ella. Todos los días la veo, aunque por las mañanas casi nada (ella va a primaria y yo a la ESO); pero estoy con ella todas las tardes. Cuando llego a casa del cole, ya me está esperando mi florecilla para contarme como le ha ido el día y para preguntarme que tal me ha ido a mí. Si la veo triste, intento consolarla y animarla. Si está contenta, yo también lo estoy, aunque para mí no haya sido un día fácil. Me alegro si le salen bien los exámenes, si está bien con las amigas..., se que tengo que cuidarla y saber que todo está bien. Me preocupo mucho por ella porque es una de las personas más importantes de mi vida. Algunos días la veo frágil y, como a una flor hay que regarla para que esté bonita y alegre. Yo la riego con abrazos, dándole ánimo, ayudándola....
Algunas veces mi flor está rebelde y me peleo con ella, pero luego se nos pasa y tan felices.
Lo que más me gusta de todo, es que siempre está ahí, conmigo, para cuando la necesito, está deseando que le pida algo, no tarda en dármelo. Soy muy feliz con ella. No quiero que nunca le pase nada, ni que se ponga enferma, yo estaría dispuesta a dar mi vida por ella, prefiero sufrir yo antes que ella, la quiero muchísimo.
Nos complementamos una a la otra y sé que es una flor que nunca me defraudará, que nos acompañaremos toda la vida, y siempre estaremos unidas, inseparables.
Inés Martínez
